*Husmeando en notas viejas me reencontré con este texto que escribí y que leerán a continuación. Espero que les resulte interesante.
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Sherburne G. Hopkins ayudó al triunfo del movimiento liderado por Francisco I. Madero. El llamado “abogado de las revoluciones en América Latina” pasa casi desapercibido en la historia de México. El objetivo en este texto es conocer los nexos de Sherburne G. Hopkins con la causa revolucionaria y sus protagonistas durante los primeros años del conflicto.
La mayoría de las fuentes usadas son primarias; los dos testimonios de Hopkins (el primero del año 1914 y el segundo del 29 de abril de 1920) compilados en el segundo volumen del Preliminary Report and Hearings del Commitee on Foreign Relations del 66° Senado de los Estados Unidos bajo la resolución 106,[1] publicados en 1920, son fundamentales en este texto, así como los informes, cables y cartas que contienen información sobre él obtenidas en los Documentos Históricos de la Revolución Mexicana que compilaron Isidro y Josefina Fabela.
La juventud de Hopkins en Estados Unidos
El edificio Hibbs (hoy Edificio Folger), ubicado en el número 725 de la calle 15 en Washington, D.C., se empezó a construir en junio de 1907 y, diez meses después, ya estaba terminado. La parte baja del edificio se utilizó como instalación de un banco (W. B. Hibbs & Co) y en los pisos superiores había oficinas; [2] una de ellas la ocupó varios años la firma de abogados Hopkins & Hopkins. Uno de los dueños del bufete era un jurista que empezó a ejercer la profesión a los 21 años de edad. Nació el 5 de octubre de 1867 en Washington; sus padres: Caroline Eastman y Thomas S. Hopkins lo llamaron Sherburne. Acudió a la Academia Naval de los Estados Unidos en la ciudad de Annapolis, Maryland y se graduó como oficial. Después probó suerte dedicándose al periodismo. En una ocasión este nuevo trabajo le significó un arresto por volver bulo una anécdota que le sucedió al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Morrison Waite, con un paquete que recibió por mensajería; pensó que contenía un artefacto peligroso; al final, el paquete terminó conteniendo solamente un pañuelo de seda. Hopkins salió bajo fianza por mil dólares con ayuda de su padre, que era abogado y movió sus influencias para que su hijo pudiera abandonar las rejas. Tiempo después, tal vez movido por su breve encarcelamiento, Sherburne comenzó sus estudios en derecho internacional en la Universidad de Columbia. Se graduó en 1880 y, al terminar, comenzó a trabajar con su padre. [3]

Las relaciones indirectas de Hopkins con México
Ya fundada la firma Hopkins & Hopkins, Thomas S. Hopkins dio servicios a Charles Flint, a quien le apodaban el “padre de los trusts” por su conglomerado de compañías productoras de caucho: la U. S. Rubber Corporation. Hopkins & Hopkins también prestó servicios al fundador de la Computing Tabulating-Recording Company (hoy conocida como IBM). Casualmente, Charles Flint tenía como competidor en México a Evaristo Madero (abuelo de Francisco y Gustavo) al que le compró su empresa cuando comenzó la Revolución.[4]
Henry Clay Pierce, dueño de la Waters Pierce Oil Co., y accionista de los Ferrocarriles Nacionales de México contrató a los Hopkins por medio de su empleado J. N. Galbraith en julio de 1911 y, otra vez, en enero de 1912. Sherburne no tuvo trato directo con Henry Clay Pierce antes de la toma de Ciudad Juárez en 1911, pero sí durante la presidencia interina de Francisco León de la Barra, ese mismo año. Pierce contrató a Hopkins para que investigara casos de corrupción relacionados con concesiones a la Pearson Oil Co que autorizaron Científicos porfiristas, sobornados por Weetman Pearson (también conocido como Lord Cowdray y dueño del conglomerado Pearson) con acciones valuadas en más de un millón de dólares.
Los pleitos entre Henry Clay Pierce y otras empresas petroleras como la de Weetman Pearson ya eran conocidos por Hopkins. Tres años antes del inicio de la Revolución, Henry Clay Pierce tuvo éxito en sus controversias con petroleras y provocó, por ejemplo, la salida de la Standard Oil de John D. Rockefeller en los estados de Missouri y Texas por violaciones a leyes antimonopólicas.
Para entrar en el mercado mexicano, directivos de la Standard Oil Co. usaron el nombre de Magnolia Petroleum Co., para comprar 1,618,742 m2 (400 acres) de tierra en Tampico para que El Águila Oil Co. de Weetman Pearson construyera una refinería que surtiera a la Standard Oil.[5] El dinero salió de las oficinas de Standard Oil Co. en Nueva York. Hopkins habla de que la suma ascendió a 400 mil dólares.[6]
Antes de la Revolución, las acciones de El Águila Oil Co. valían 70 dólares cada una; después del movimiento, subieron a 85 dólares. Hopkins aseguró ante el Senado estadounidense que la subida de los precios en las acciones tuvo que ver con una alianza que hizo Weetman Pearson con la Standard Oil Co., empresa que compraba toda la producción de crudo de El Águila. Además, afirma que los intereses de Pearson eran, en realidad, los intereses de la Standard Oil.[8]
Hopkins e Iberoamérica
Hopkins trabajó de cerca con el Departamento de Estado entre 1904 y 1909. El gobierno estadounidense, antes de contemplar a Panamá como el lugar para construir un canal, lo hizo con Nicaragua, pero José Santos Zelaya, su presidente, negó la venta de tierras para el proyecto y ahí comenzaron sus problemas con los Estados Unidos.
En 1906 hubo un conflicto armado entre Guatemala y Honduras; un año después, Zelaya invadió Honduras para intentar quitar de la presidencia a Miguel Bonilla, consiguiendo su objetivo. Fue entonces que el gobierno estadounidense se instaló en Honduras para mantener el orden recientemente quebrado pero, en 1908, Zelaya volvió a invadir sin importarle en absoluto la presencia de los marines. José Santos Zelaya se estaba volviendo una piedra en el zapato para los intereses norteamericanos, cuyas fuerzas armadas no sirvieron para mantener el control del territorio, por lo que se tuvieron que tomar otras medidas.
El gobierno estadounidense dio dinero a Guatemala y Honduras mientras Hopkins echaba abajo un acuerdo que Zelaya hizo con el sindicato londinense Ethelburg. Otto Fuerth, el líder de esa organización era amigo y cliente de Hopkins, así que lo único que Sherburne tuvo que hacer fue decirle a Fuerth la situación de potencial revolución en Nicaragua para que declinara el compromiso con Nicaragua y Zelaya se quedara sin dinero. Al finalizar el conflicto, Zalaya salió de su país y pidió refugio en México al gobierno de Díaz.[9]
Hopkins no tiene enfado en declarar que hizo todo lo posible por tirar al gobierno nicaragüense: “I am free to admit that I did everything I could to drive both Zelaya and Madriz out of Nicaragua. I do not think I ever worked any harder in my life than I did on that case […]”[10]
La llegada de Hopkins a México
El 29 de marzo de 1911, el secretario de Relaciones Exteriores Francisco León de la Barra, mandó un cablegrama al embajador de México en Guatemala, Luis G. Pardo. En él, le advirtió que Hopkins, un abogado revoltoso, sobornable, afecto al alcohol e indiscreto, salió de Nueva Orleans con destino a Guatemala. Ahí, a su arribo, Hopkins se reunió con el Presidente Manuel Estrada Cabrera. El embajador envió respuesta al Secretario y se comprometió a vigilarlo y comprarlo.[11] El gobierno de Díaz, seguramente, ya estaba enterado de sus tratos con la familia Madero. La experiencia que Hopkins tenía en las revoluciones de Iberoamérica era una carta de presentación negativa y es posible que desde entonces quisieran tomar precauciones.
Uno de los primeros contactos formales de Hopkins con algún miembro de la familia Madero ocurrió en octubre de 1910 en Washington. D. C. cuando Gustavo Madero se reunió con él para solicitarle servicios de consultoría. No fue sino hasta noviembre de ese mismo año que lo contrataron formalmente como representante legal del Partido Nacional Antireeleccionista en Washington. Además, Hopkins se desempeñó como encargado del servicio secreto de la facción maderista encargándose de contratar a agentes secretos tales como el alemán Felix A. Sommerfeld que, tiempo después, fue jefe de la policía secreta de la ciudad de México durante la presidencia de Francisco I. Madero.[12]
Los servicios de Hopkins también incluyeron la protección de agentes revolucionarios en Estados Unidos. En ejemplo de este trabajo es la ayuda que le dio a Juan Sánchez Azcona, secretario de Francisco I. Madero.[13] Azcona se encargaba de cabildear “sentimientos de empatía” con la causa revolucionaria en Nueva York, Washington y por toda la frontera estadounidense con México; sus acciones, obviamente, eran incómodas para los Científicos porfiristas. En noviembre de 1910 Azcona estaba en un hotel de Washington reunido con Gustavo Madero y Ernesto Fernández Arteaga cuando, de pronto, un detective estadounidense lo aprehendió por una petición que hizo el gobierno mexicano para extraditarlo a su país y juzgarlo por el delito de malversación de 100 dólares, falta que se había cometido seis años antes. El gobierno de Díaz facilitó a la investigación un voluminoso conjunto de documentos relacionados con el crimen, pero estaban en español, cosa que dificultó el proceso en contra del acusado; y aquí fue donde entró Hopkins & Hopkins a intervenir en el caso. El Jefe de Justicia retiró los cargos y Azcona salió libre.[14]
Es impresionante lo que, entre otras cosas, los revolucionarios maderistas solicitaron a Hopkins: ideas sobre el mejor método para deponer el Gobierno de Porfirio Díaz. Cito una pregunta hecha por el Senador McCumber a Hopkins durante una audiencia en el Senado americano:
Senator McCumber: You stated that part of your advice to the revolutionary forces was in reference to the best method of disposing of the Diaz government, or substantially that. Have you any objection to informing us what the advice was, as to the best method of disposing the Diaz government?
Mr. Hopkins: […] I can only say, generally speaking, that my advice to them was to get arms and ammunition and munitions of war that they could and, with due regard to the neutrality laws, to get them across the border and organize their movement on the most approved military lines. The of course, I saw very plainly that the Diaz government was becoming more unpopular every day, that it was steadily weakening, and I pointed out to them as best I could the lines of least resistance, both in military and a political sense.[15]
Con una respuesta de ese tipo, era natural que le preguntaran a Hopkins si estuvo involucrado en venta de armas a los maderistas, a lo que respondió que, aunque les aconsejó hacerse de pertrechos, él no tuvo que ver en la adquisición; en todo momento les propuso respetar las leyes de neutralidad. Esas armas vinieron de Broadway, Nueva York. La empresa Bannerman, propiedad de Alfred Bannerman, vendió rifles, cartuchos y ametralladoras a Gustavo Madero al inicio de la revolución.[16]
Todos los servicios de consultoría que hizo Hopkins para los Madero le valieron un pago por, más o menos, 50 mil dólares. El periodo por el que le pagaron tal cantidad fue del 1 de noviembre de 1910 al 1 de junio de 1911.
Sobre el financiamiento y el costo de la Revolución
Senator Smith: Mr. Hopkins, are you familiar with the reported statements that upon the return of Mr. Limantour, and his statement to President Diaz that large financial interests in New York had agreed to advance the necessary money to make the Madero revolution successful, Diaz resolved to make no further resistance?
Mr. Hopkins: No, Sir. I do not believe Mr. Limantour, ever made such a report…[17]
Hopkins declaró que estaba en el hotel Astor de Nueva York en el momento de la visita de Limantour a la ciudad estadounidense, esto, días antes de la toma de Juárez.[18] En ese mismo hotel, Francisco León de la Barra puso a disposición su sala personal para que, José Yves Limantour se reuniera con Francisco Madero Hernández, Francisco Vázquez Gómez y con Gustavo Madero el día 12 de marzo de 1911. En Apuntes sobre mi vida pública, Limantour confirma la declaración de Hopkins y hasta subtitula un capítulo de su libro así: “Mis relaciones con la familia Madero anteriores a mi regreso a México. Entrevistas en Nueva York con dos de sus miembros y con el doctor Don Francisco Vázquez Gómez. Diversas tentativas hechas extraoficialmente para poner fin a la revolución por medios pacíficos.”[19] Aunque Hopkins estaba en el mismo hotel el día de la reunión, supo de lo que se platicó ahí por medio de José Vasconcelos y el mismo Vázquez Gómez.
Había incertidumbre en el gobierno estadounidense por la financiación del levantamiento en México. El Senador Albert B. Fall preguntó a Sherburne Hopkins sobre una posible transacción de dinero en El Paso por parte de la Continental Rubber Co.[20] a Gustavo Madero; la cantidad que habría recibido (supuestamente 150 mil dólares) se depositó en distintos banco de la Ciudad de México inmediatamente después de la toma de Ciudad Juárez. Hopkins negó saber algo sobre el suceso en Texas y dudó que Gustavo haya hecho el depósito, pues él dio de baja su cuenta bancaria en los días de la toma de Juárez.[21]
Hopkins negó siempre que intereses estadounidenses hayan contribuido económicamente a los Madero, aunque no niega que intentaron pedir préstamos. En diversas ocasiones durante los primeros meses de 1911, Hopkins tuvo reuniones en Nueva York varios banqueros y abogados. Una de ellas fue con un banquero francés para pedirle un préstamo por 100 mil dólares. El trato no se concretó jamás ya que el potencial prestamista supo de la situación que se vivía en Ciudad Juárez y rechazó la propuesta. Era importante conseguir dinero, así que Hopkins se reunió con Charles R. Flint para pedirle consejo sobre cómo conseguir un préstamo, a lo que Flint respondió que ningún préstamo sería posible dada la situación en México. También habló con William M. Irvins, un distinguido abogado de Nueva York que tenía la misma opinión que Charles. [22]
El único préstamo que, dice Hopkins, recibió algún revolucionario, fue de parte de Irvins, que ayudó a Gustavo Madero con mil dólares para sacar de la cárcel a uno de sus hombres que arrestaron por transportar cartuchos sin etiquetarlos como tales. El dinero lo recibieron en algún banco en El Paso.[23]
Ya como Presidente, Francisco León de la Barra reembolsó a Francisco I. Madero 600 mil pesos mexicanos. Ese pago fue por compensación de los gastos que hizo en sus revueltas. Gustavo Madero depositó ese dinero en una sucursal de la International Banking Corporation en la Ciudad de México por recomendación de Hopkins, que conocía la estabilidad de esa institución financiera.[24]
Aunque es imposible saber a ciencia cierta el costo del movimiento de Madero, Hopkins se atreve a decir que el gasto total no sobrepasó más de 1 millón 500 mil dólares.[25] Es curioso que alguien se pregunte cuánto costó la Revolución, sin embargo, el Senador Mc. Cumber preguntó a Hopkins: “Can you give us anything of an idea of what the entire cost of financing the revolution has been?” A lo que Hopkins respondió: “My idea is that it was about 10 per cent of what most people think it was.”[26]